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Cristina Losada

Sólo una ley cumplen

Cuando el papel que de hecho la deroga obtenga el aprobado del Congreso, habrá dos sujetos de ese tipo en España: la ciudadanía catalana y el resto. Dos, de momento.

Nunca me había tomado en serio la ley de Murphy. Nunca, hasta que se instaló en La Moncloa el equipo de ZP. Si hay más de una forma de hacer las cosas y una de ellas conduce al desastre, alguien las hará de ese modo, dicen que soltó el ingeniero y capitán del ejército norteamericano en su primera formulación de la ley. Ese alguien ha aparecido en España bajo el nombre de ZP. La incapacidad para reconocer el error y vislumbrar el desaguisado al que conduce, constituye una característica de los personajes Murphy. Son los que dicen “todo controlado” cuando el aparato está a punto de averiarse.

En la foto a las puertas de La Moncloa que selló el acuerdo nocturno para el Estatuto catalán hay tres maniquíes; dos acaban de protagonizar el Asalto al Tren del Dinero y están, con razón, contentos; pero la alegría del tercero resulta difícil de explicar. Ha firmado un documento que no cierra nada, sino que abre la puerta a una catarata de conflictos. Bueno, sí, algo cierra: el período iniciado en el 78 con una Constitución que emanaba del sujeto constituyente conocido como la nación española. Una ley que ZP ha jurado cumplir y hacer cumplir. Cuando el papel que de hecho la deroga obtenga el aprobado del Congreso, habrá dos sujetos de ese tipo en España: la ciudadanía catalana y el resto. Dos, de momento.

Porque habrá más. Al negociarse la Constitución se pensó que un modelo autonómico daría satisfacción a los partidos nacionalistas. Se reconocían los derechos de las regiones con Estatuto en la República y éstas accedieron a un estatus especial. El PSOE no aceptó la asimetría y con Andalucía por delante, peleó por la uniformidad. Se impuso el café para todos y España se convirtió, de facto, en un estado federal. ¿Satisfechos? No, padre. Bajo la égira nacionalista, Cataluña y el País Vasco buscaron y lograron marcar diferencias, y a su rebufo se acogieron todas las demás regiones. El modelo se empezó a deslizar hacia lo confederal. Ahora, el PSOE impulsa e introduce la asimetría y sólo los Murphys ignoran que no habrá quien detenga el movimiento hacia la homogeneidad. Detrás de Cataluña marcharán todas por la senda anticonstitucional. La nación española se repartirá en forma de aperitivos y entremeses. Después, el único plato disponible será la independencia.

ZP no cree en la lógica, por eso cree que solucionará “el problema catalán y el problema vasco”. Por eso desconoce que ha generado “el problema español”. Es otra ley de Murphy. Y si lo sabe, peor aún. Repiten que un preámbulo no tiene efectos jurídicos. Al diablo los efectos jurídicos. Tendrá algo más grave: efectos políticos. Aseguran que este pacto estabilizará el sistema por mucho tiempo. ¿Por cuánto? Rubalcaba no fía más de dos generaciones. Le parece suficiente. Dentro de treinta años, le decía a una periodista deEl País, ¿quién sabe lo que será Europa? En efecto, quién sabe si merced al Estatuto y a lo que está por venir, algunas “naciones” españolas girarán en la órbita de otros estados limítrofes. Quién sabe si Europa será Eurabia y España, Al Andalus. Allá se las vean los del futuro con el marrón. Para ese futuro, mejor nos quedamos fuera, como propone Mas, otro modelo de esta colección de estadistas de pasarela. Lo dicho: las de Murphy son las únicas leyes que el gobierno cumple rigurosamente.

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